Historia de tres desamores

Por Oswaldo Osorio Image

Muchas películas tienen una imagen, una secuencia o una frase que sintetiza o revela de un golpe todo el sentido y significado de la historia que nos está contando. En esta película hay una imagen, entre patética y melancólica, de tres hombres en un bar que están en silencio y con la mirada clavada en el suelo. Con ella nos damos cuenta de que ésta no sólo es la historia sobre un empresario que se enamora de una actriz, sino que es una historia sobre el amor y sus dificultades y también sobre la vida amorosa de tres hombres que generalmente no protagonizan historias de amor.

Aunque se ha anunciado como una comedia, en realidad se trata más bien de un drama cotidiano que mira algunas de sus situaciones y personajes con un poco de humor y desenfado. Pero en el fondo, nada hay más alejado de una comedia como este filme, pues el material con que elabora su historia es el desamor, la soledad e insatisfacción de  sus personajes, así como la dificultad para tratar de solucionar estas carencias, que no sólo se quedan en el plano afectivo, sino también profesional y  hasta existencial.

Pero a pesar de este panorama aparentemente angustiante, la naturalidad con que suceden (con que nos muestran) las cosas y esa cadencia tranquila y honesta de la cotidianidad aquí representada, van construyendo un universo y unos personajes de una solidez y eficacia que el espectador inevitablemente es tocado por ellos y transportado a su realidad. Entonces esa cercanía y empatía con ellos hace que haya una comodidad al verlos, hace que sea agradable presenciar sus experiencias, a pesar de que ellos sientan lo contrario.

En esa dinámica de empatía e identificación con los personajes, primero creemos que el empresario es un patán que todo lo soluciona con dinero y que la actriz y sus amigos son artistas que están por encima de todo; pero después descubrimos las virtudes de él y los defectos de ellos, y lo mismo ocurre con los demás personajes que protagonizan los conflictos secundarios. El relato no muestra preferencias por  ninguno de ellos, sólo por ser minucioso y espontáneo, sobre todo en sus diálogos y en su puesta en escena.

Por todo esto, lo que vemos aquí es una historia contada de una manera tan honesta y natural que no hay lugar para convenciones tipo “planteamiento, nudo y desenlace”, y en la que sus personajes cautivan porque no están repitiendo estereotipos y porque hacen parte de ese juego, entre trágico y divertido, que le depara la vida a quienes buscan amor.

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