Palabras de odio

Oswaldo Osorio

Decir que el Medio oriente es un polvorín es un lugar común, pero también una compleja realidad. Actualmente la mirada está puesta en Irak, Siria y, por supuesto, Palestina; por eso el mundo poco tiene presente la cruenta guerra civil de quince años que hubo hace tres décadas en el Líbano. Una guerra olvidada para Occidente pero que sus heridas aún no sanan por completo entre quienes la padecieron. Esta película habla de los ecos de esa guerra de forma inteligente, reveladora y con gran sentido dramático.

Como lo anuncia su título en español, todo comienza por un insulto. Y lo que en principio parece solo un conflicto menor por la intransigencia de dos hombres orgullosos, luego va cobrando proporciones nacionales e históricas. Y esa es la principal virtud de este filme, la manera como se transforma de un conflicto casi doméstico a uno social e ideológico, en el que los argumentos iniciales parecen nimios, porque deja de implicar solo a dos hombres para tratarse del eterno problema islámico – israelí que ha desestabilizado la región durante décadas.

El cristiano libanés Tony es insultado por el refugiado palestino Yasser. El pequeño altercado se complica con una agresión por parte de Yasser y otro insulto, ya proferido por Tony, pero con toda la carga de un crimen de odio. Luego el relato vuelve y amaga a quedarse estancado en un drama de estrados judiciales, pero nuevamente amplía su espectro a poner sobre la mesa el gran debate histórico y político sobre los viejos conflictos y rencores de Oriente medio.

Casi todo lo que sabemos de la cultura y cotidianidad de los habitantes de esta región lo sabemos por el cine, y una de las constantes que entendemos en casi cada película es la forma en que la religión, el conflicto y el contexto histórico determinan la vida doméstica y la conducta de las personas. Por eso Tony no solo es un intolerante y malhumorado hombre, también es un cristiano, libanés y víctima de un exterminio en su pueblo; y por eso Yasser no solo es un individuo orgulloso e irascible, sino también un representante del pueblo más sufrido desde hace medio siglo en aquellos parajes.

La guerra en el Líbano acabó hace casi veinte años, pero aún ahora sus pobladores están lidiando con sus secuelas, ya sea tratando de olvidar, perdonar o convivir armónicamente con quienes antes fueron sus enemigos o victimarios. Es la historia de todo posconflicto, pero en una región como esta, donde las confrontaciones, casi por las mismas razones, no cesan ya sea aquí o allá, resulta más difícil llevar a cabo esos procesos sanación y resiliencia. Esta película demuestra que el conflicto sigue latente, pero también que hay mucho de voluntad y consciencia para no prolongar lo que tanto sufrimiento ha causado a todas las partes.    

Publicado el 21 de mayo de 2018 en el periódico El Colombiano de Medellín.

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