Esquiroles de la vida

Oswaldo Osorio

Esta es una película con las contradicciones propias de una obra primera: es llena de frescura pero también pretenciosa, es ingenua y lúcida a la vez, muestra una decidida intención renovadora del lenguaje del cine y al tiempo repite muchos de los ya viejos tics del cine independiente reciente. A pesar de estas contradicciones, o tal vez gracias a ellas, se trata de un filme con fuerza y cierta originalidad, que habla de cosas esenciales y lo hace de forma entrañable.

Tomás es enviado a Ciudad de México con su hermano mayor, Sombra. Junto con Santos, compañero de universidad de Sombra, emprenden una cruzada por toda la ciudad en busca de un viejo rockero, Epigmenio Cruz, a quien escuchaba su padre muerto. Así que los tres personajes, signados por las acucias de la juventud, dentro del esquema de una road movie urbana y con esa misión emocional como motivación, revolotean por el día y la noche de la ciudad, topándose con una serie de personajes, situaciones y sentimientos que hablarán de ellos, de Ciudad de México, así como de ideologías, amores y miedos.

Por lo que se puede ver en esta descripción, hay de todo en esta película, una característica muy común de las óperas primas, que bien puede funcionar en esta obra para darle ese estimulante ritmo durante todo el metraje, pero que también la obliga a forzar una serie de situaciones, ya efectistas (el ladrillo en el parabrisas), innecesarias (el delirante soliloquio de un hombre ante Tomás) o forzadas para cumplir con la cuota de crítica a la inseguridad de la ciudad (el seudo secuestro por parte de un joven delincuente).

Pero en medio de todo esto que duda de sus excesos y poses, hay una fuerza vital y emocional que conecta de principio a fin. La búsqueda del viejo rockero por parte de estos jóvenes es solo una excusa para desarrollar otras búsquedas, de identidad, de afectos filiales y amorosos, de posición ideológica ante el mundo y del padre perdido. De fondo está esa histórica huelga universitaria en la UNAM, otro tema cuestionable en este filme, por su mirada superflua y esquemática. También en ese fondo está el campante racismo en la sociedad mexicana, pero que también se reduce al uso de los términos “güeros” y “nacos” y a una leve pataleta en una piscina.

Este texto inició con el propósito de hablar bien de una película que, en general, se disfruta viendo. Pero, ya siendo un poco más analíticos y racionales con ella, se empiezan a desnudar una serie de posturas  y artificios de los que el mismo director es consciente cuando en un par de escenas revela, no sin cierto cinismo, el elemental esquema de su guion y la taimada intencionalidad de su propuesta y estilo.

Aun así, el espléndido periplo de estos jóvenes resulta casi siempre entretenido, divertido y, sobre todo, emotivo. Un viaje al corazón de una ciudad y de un estado del espíritu, inquieto, desorientado y anhelante.     

Publicado el de 2015 en el periódico El Colombiano de Medellín.

 

  

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