La vida, la ética y el asesinato

Oswaldo Osorio

Hay artistas que siempre están haciendo variaciones de la misma obra, incluso muchos de los más grandes, y en lugar de ser una desventaja, puede ser justamente lo que potencia su trabajo. Woody Allen es uno de ellos. Sus personajes, situaciones y universos constantemente se están repitiendo y, aun así, tiene la capacidad de, la mayoría de las veces, decir algo nuevo sobre esos conocidos paisajes emocionales y argumentales.

El hombre irracional (Irrational Man, 2015) es una de esas películas que ya le hemos visto muchas veces, especialmente en la magnífica Crímenes y pecados. Sin llegar al rango de reflexión existencial e intensidad emocional logrado por aquel filme de 1989, en esta plantea una situación similar en torno al sentido de la vida, las implicaciones éticas del asesinato y el amor y el deseo como catalizadores de la tensión entre ambos aspectos.

La película cuenta la historia de un profesor de filosofía que llega nuevo a una universidad y entabla un amorío con una colega y una amistad con una alumna. Su desgano existencial y actitud autodestructiva desparecen cuando encuentra como aliciente para vivir la idea de asesinar a un hombre, sin más móvil que el de hacerle un favor al mundo, pues se trata de un juez corrupto. Este punto de quiebre del personaje y de la historia desemboca en las reflexiones y discusiones éticas y filosóficas que determinarán la relación entre los distintos personajes. 

Con Crimen y castigo de Dostoievski como referente en el horizonte, la idea de cometer el crimen perfecto y sin remordimiento alguno, se convierte en el centro de la trama. Y con este planteamiento de fondo, aunque parezca la misma historia de relaciones interpersonales de siempre, en esencia sobre lo que permanentemente se está hablando es sobre el sentido de la vida y la relación entre el bien y el mal, sobre lo que es correcto e incorrecto.

La novedad tal vez está en que estas reflexiones se plantean en el contexto de una comunidad académica, y específicamente de la facultad de filosofía, un mundo que le permite a Woody Allen confrontar la realidad con la teorización sobre ella. Incluso desde muy temprano "despacha" a la filosofía definiéndola como "masturbación mental" y confronta toda su elaborada racionalidad con el momento de la verdad, ese cuando, en la materialidad de la existencia, hay que tomar decisiones éticas y asumir sus consecuencias.

Tal vez para muchos pueda parecer que se repite y que no alcanza el nivel de otros filmes recientes (Matchpoint, Media noche en París, Blue Jazmine), y probablemente tengan algo de razón, pero de todas formas ya ver una película de Woody Allen no es simplemente ir a cine, sino que es como ir a visitar a un amigo, hablar de los temas de siempre, reír con sus viejos chistes y disfrutar de su agradable y estimulante compañía.

 Publicado el 6 de septiembre de 2015 en el periódico El Colombiano de Medellín.

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