El traído de cada año

Oswaldo Osorio

Si las cuentas no me fallan, esta es la vigésima película de Dago García. Ya solo por tal cifra, este guionista, director y productor ocupa un importante lugar en la historia del cine colombiano. Son veinte películas que ha escrito y producido, pero que generalmente delega a otros para dirigir. Aunque al parecer el director en sus películas cumple más una función operativa, porque todos saben que son las películas de Dago, de principio a fin, como si hiciera cine de autor.

Esta idea de pensar en un productor de cine comercial como un autor cinematográfico ha sido siempre provocadora y polémica. Porque la autoría en el cine, indefectiblemente, se asocia con las películas provistas de valores artísticos y con todo el Olimpo de la Nueva ola francesa como su sagrada fuente de origen. No obstante, siendo más precisos, la autoría está más relacionada con un estilo, unos temas y un universo propios de un autor y que se repiten en toda su obra.

Y efectivamente, salvo algunas excepciones, todas esas comedias de Dago García diseñadas y producidas para reventar la taquilla de las vacaciones de fin de año (y desde hace poco también de mitad de año), tienen en común, además de su humor nada elaborado sino más bien populista, otros elementos, como el uso de conocidos actores de televisión, protagonistas que representan personas comunes y corrientes que solo buscan sobrevivir o cumplir un sueño, un modelo narrativo y visual más televisivo que cinematográfico y temas afines a la cultura popular colombiana: la música tropical, el fútbol, la identidad nacional, los paseos familiares o, como en esta última película, el traído del Niño Dios.

Carta al Niño Dios (2014) tiene todos estos elementos, pero también hace parte del grupo de películas suyas en las que lo emotivo tiene el mismo o mayor protagonismo que el humor. En este sentido, muchas de sus películas le apuntan a un público familiar más amplio que el mero público de las comedias. Normalmente son historias sobre lazos familiares o de amistad que, incluso, terminan en función de una moraleja optimista y sentimental.

No es exactamente un cine para cinéfilos o críticos, sino una válida opción de cine comercial que ha demostrado que funciona con el público colombiano, ese público que va poco a cine y que solo le pide a las películas entretenimiento ligero, así como poder identificarse con unos temas y personajes. De hecho, lograr esto con el éxito que lo ha conseguido Dago García en los últimos quince años, resulta realmente difícil, tanto que, a pesar de que muchos conocen su fórmula, no les ha funcionado con igual eficacia.     

TRÁILER

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