Un hijo melómano y publicista

Por Oswaldo Osorio

Independientemente del debate acerca de la fecha de nacimiento y el nombre del primer video clip, el cine de cualquier manera tuvo que ver mucho con su gestación. Desde entonces, como ha ocurrido con la mucho más analizada relación entre cine y televisión, ambas formas audiovisuales han recorrido un camino no exento de mutuas y a veces sobre valoradas  influencias y dependencias, al punto que en la actualidad se habla con cierta ligereza de una “estética” del video clip y de la forma en que está “viciando” al cine de hoy.

Queen, Abba o David Bowie. Alguno de sus tempranos videos podría ser el fundacional del género, aunque se ha institucionalizado señalar a Bohemian rhapsody, de Queen, como el primer video clip de la historia propiamente dicho. Fue realizado en 1975 por Bruce Gowers, pero esta fecha ya hace discutible tal dato, que en últimas, con tantos compitiendo con buenos argumentos por ganar ese título, la discusión resulta tan inoficiosa como aquella que se empeña en determinar la canción y hasta la fecha exacta del nacimiento del rock. Hace mucho que los historiadores saben que las fechas y datos precisos son secundarios al lado de los procesos, causas y repercusiones de un hecho.

El video mató a la estrella radial

Michel Chion define el video clip como “algo visual colocado sobre una canción”. A pesar de lo genérica que parece, es una definición bastante adecuada, que bien se podría aplicar a cualquier pasaje cantado y bailado de los viejos musicales de Hollywood, sin embargo, éstos no califican como video clips porque, además de ser sólo parte de  una obra mayor, no fueron creados con la misma intención. Así que la definición de Chion está condicionada por la función esencial del video clip, que no es otra que promocionar una canción y un artista. Así fue al principio y así es ahora, no importa que muchos de ellos sean concebidos bajo parámetros de irrefutable calidad artística y realizados por verdaderos maestros de la imagen, incluso por reputados cineastas, porque en esencia el video clip se trata, ni más ni menos, que de publicidad musical.

Además, el cine musical es un género cinematográfico con reglas y elementos muy definidos y el video clip, en cambio, lo único que tiene definido es esa función promocional, porque básicamente es un espacio de completa libertad expresiva y experimentación que poco conoce de reglas, aunque ciertamente es susceptible de ser caracterizado e incluso de identificarle periodos históricos y modalidades. Aún así, y por más que la televisión condicionó el desarrollo del video clip y sea su razón de ser, surgió del cine y de su matrimonio con el rock.

Podría decirse que el video clip es al sencillo (single) musical, lo que las películas del inicio del rock son al LP. Jailhouse rock (Richard Thorpe, 1957), por ejemplo, es una película hecha con el único objetivo de promocionar a Elvis Presley y sus canciones. Es en buena medida a ella que se debe la coronación del Rey del rock and roll. Se trata de un filme que está a mitad de camino entre el clásico cine musical y las películas de Richard Lester, quien es considerado el director clave en ese maridaje entre rock e imagen en movimiento. Durante la segunda mitad de la década del sesenta, y especialmente en compañía de The Beatles, Lester definió muchos de los parámetros de esa novedosa y aún inexplorada relación y empezó a marcar la diferencia con el ya mencionado género cinematográfico. Desde A hard day’s nights (1964) Lester comenzó a proponer una original (aunque no inédita) forma de mezclar música e imágenes, ante todo a partir de la fragmentación, que estaba más alineada con las vanguardias que con el montaje clásico, pero también por medio de la separación de imagen y sonido y la concepción de segmentos musicales que nada tenían que ver con la trama.

Durante la década del setenta el video clip tuvo que ver cada vez más con el video (emisión por televisión y grabación en soporte electrónico) y menos con el cine (como soporte y como parte del cine musical, pero sobre todo como espacio para la creación y experimentación). En esta época la dinámica visual de estos productos ya tenía más desarrolladas esas características de los musicales de Lester y se nutría de las vanguardias, el video arte, el arte pop, la publicidad y el cine mismo. Sin embargo, todo esto estaba al servicio principalmente de la primera de las tres modalidades básicas del video clip, esto es, el video clip de tipo performance, ése en el que las imágenes son el registro del artista cantado y/o la banda interpretando sus instrumentos. Sólo paulatinamente se fue introduciendo la segunda modalidad, la narrativa, que consiste en contar con imágenes una historia durante la canción, aunque no siempre sea literal con sus líricas.

La revolución del video clip se dio durante la década del ochenta, todo a causa del nacimiento de Mtv, el primer canal de televisión dedicado día y noche a la emisión de videos musicales. No fue nada casual que el video inaugural que se trasmitiera aquel primer día de agosto de 1981 fuera precisamente el que lleva por título “Video killed a radio star”, de The Buggles. Esta elección fue una temeraria y profética declaración del canal norteamericano que todavía no podía saber del radical impacto que tendría en el mundo de la música y (aunque menos radical) en el ámbito audiovisual esta nueva forma de ver las canciones. Así, con el enorme éxito que obtuvo Mtv, la producción de video clips no sólo se transformó en una importante industria, sino que se consolidó su vena artística y de calidad, que se orientó principalmente hacia la tercera modalidad: el video clip conceptual, que en buena medida fue estimulado por la aparición en los créditos del nombre del realizador junto al de la canción y la banda.

Vértigo, suciedad y discontinuidad

El único cambio importante del video clip en la última década tiene que ver, como en el cine, con la llamada la revolución digital. Pero en realidad, como se sabe, éste no es un cambio sustancial en la estética y el lenguaje (de ambos), pues sólo se trata de una ampliación de recursos para obtener y manipular las imágenes que, aunque incluso llega a reemplazar la puesta en escena tradicional, aún sigue siendo puesta en escena, sólo que virtual.  

Así que esa estética y ese lenguaje del video clip puede decirse que están definidos desde hace mucho. Fueron esbozados por Lester y el cine musical de los sesenta, consolidados por los pioneros de la década siguiente y explotados y evolucionados al extremo por la generación Mtv. De acuerdo con esto, el video clip poco tiene que ver con el clasicismo cinematográfico, especialmente en lo relacionado con privilegiar la continuidad narrativa. La diferencia la empieza a marcar la excesiva fragmentación, que sin duda es su rasgo más evidente y el culpable de las ligerezas al hablar del “estilo video clip”.  Esta fragmentación se consigue a partir de un montaje que plantea una temporalidad diferente y que está permanentemente tiranizado por el corte.  Pero si bien no es un montaje y un manejo del corte clasicistas,  tampoco lo son del todo de línea vanguardista, pues se hace casi siempre sin la conciencia de plantear algún sentido (o sin sentido), simplemente se trata de una sucesión de planos de ritmo vertiginoso e hipnótico, que apela no a lo racional, ni siquiera a lo emocional, sino a lo sensorial, que resulta siempre efímero y superficial.

Un segundo rasgo fundamental de la estética del video clip es la suciedad de la imagen, que ha venido en progresivo aumento desde finales de los ochenta. Esta suciedad es premeditada y se presenta en muchos sentidos: la deconstrucción del plano a partir de una cámara que absolutamente siempre está en movimiento (sucio también), superposición de texturas, distorsiones, grano, desenfoque, mezcla de formatos, virados, rayones, insólitos efectos y un largo etcétera que hace más vertiginosa e hipnótica esa sucesión de imágenes. Y todo eso se complementa con una irracional vocación de discontinuidad, donde todos los elementos de la puesta en escena están cambiando permanentemente sin ninguna razón: las luces, los vestidos, las locaciones, los objetos y las personas.

Todas estas características son la base de lo que se podría llamar una estética y lenguaje del video clip. Parecen enunciadas despectivamente, pero es así sólo si se miran en relación a las convenciones del clasicismo cinematográfico, por lo demás, a partir de estos parámetros es que han conseguido su prestigio los más reconocidos realizadores de video clips, como Steve Barron, Russel Mulcahy y Julien Temple en el pasado, y en la actualidad Michel Gondry, Spike Jonze, Chris Cunninham, Jean-Baptiste Mondino, Jonathan Glazer, Alex Proyas y David Fincher, entre muchos otros. Incluso han acogido estas reglas de juego todos esos prestigiosos directores de cine que han realizado video clips, como Wenders, Scorsese, Jarmush, Van Sant, Demme o De Palma.

Es cierto que en el cine de los últimos 15 ó 20 años es posible ver elementos que se podrían relacionar con el video clip, como la vertiginosidad del montaje y la suciedad principalmente, pero ya todo eso existía mucho antes en el cine. Sólo en un reducido número de películas se puede apreciar una evidente influencia del video clip o la intención de querer adoptar sus características esenciales. Tal vez Asesinos por naturaleza (Oliver Stone, 1994) sea el más conocido ejemplo. Pero, de la misma forma que se hizo con el cine musical, aquí también es necesario insistir en que la diferencia está en el objetivo que busca un producto y otro. La mayor influencia se podría encontrar más fácilmente en el público, que pide también para el cine ese efecto hipnótico y vertiginoso, al que está sometido por la publicidad, los video clips y la televisión en general. Y claro, muchos realizadores se lo están proporcionando, pero dentro de unos límites permitidos porque, hay que enfatizar, lo esencial de un medio no es compatible con lo del otro, sólo coinciden en elementos superficiales que no se sabe bien quién de los dos lo inventó y quién lo modificó.

Incluso si se miran los trabajos del más prestigioso director del momento, el francés Michel Gondry, principal representante de lo que se ha dado por llamar la “nueva ola francesa del video clip”, es posible ver que ese efectismo, fragmentación y vertiginosidad están siendo reemplazados por algo más parecido al cine, lo cual se aprecia claramente si se comparan con su reciente Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004). Como la televisión, el video clip es hijo del cine, y si la caja tonta con su todopoderosa influencia no ha modificado sustancialmente al séptimo arte, al video clip le será más difícil. Lo demás es especulación, obligados sincretismos y simples parecidos con la realidad (fílmica).

RECIBA EN SU CORREO LA CRÍTICA DE LA SEMANA