Los traumas de las víctimas

Cuando se estrena una película colombiana, por lo general, se trata del trabajo de un veterano director que realiza una nueva película entre su filmografía o de uno joven que presenta su ópera prima. Con Retratos en un mar de mentiras sucede un particular caso intermedio, porque es la obra de un director que cuenta ya con una larga formación y experiencia, pero que apenas se estrena en el largometraje de cine. Y el resultado de esta primera película de un director con oficio se hace evidente en la estructurada construcción de su relato y la convincente solidez de la dirección de actores.

Estas cualidades, y en general todas con las que cuenta el filme, le han sido reconocidas con significativos galardones en el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias, donde fue premiada como la mejor ópera prima, y en Festival Internacional de Cine de Guadalajara, uno de los más importantes del continente, donde se llevó los galardones de mejor película, mejor actriz (Paola Baldión), el premio Distribución Película Iberoamericana y la recomendación para su selección en los Premios Golden Globes.

La película cuenta la historia de una joven desplazada por la violencia que, junto con su primo, trata de recuperar las tierras que su familia perdió a manos de los paramilitares. Se trata de una road movie que viaja hacia los orígenes de la violencia en Colombia, un viaje esperanzador porque sus protagonistas tienen la fe de que la situación del país ha cambiado, pero se encuentran con otra realidad muy distinta, llena de fantasmas del pasado. Una película que, como lo afirma su director en esta entrevista, es contada desde el punto de vista de las víctimas, quienes con su mirada y experiencias nos presentan un duro y desalentador panorama del país.

¿De todos los temas que recorre la película relacionados con la realidad del país y su conflicto, cuál fue el punto de partida desde el que articuló esta historia?

La idea original es muy vieja, el guión tiene más de diez años. Yo quería hacer una película sobre Colombia, luego de haber estado cinco años por fuera, quise hacer una historia que reflejara un poco lo que yo sentía y pensaba del país. Eso fue evolucionando, la primera versión no era sobre un problema tan grande, pero entonces yo fui actualizando el guión con cosas que me impresionaban. Yo siempre digo que esta película es como cuando una persona llega a su casa después de mucho tiempo y abre la puerta y la encuentra desbaratada y dice: ¡Uy, Dios mío, pero qué pasó aquí!

¿Cuáles fueron sus referentes para asumir el tema, realizó una investigación o tuvo en cuenta películas como, por ejemplo, La primera noche?

Leo mucho sobre lo que pasa en Colombia sobre el conflicto y los actores armados. Conozco La primera noche, incluso soy muy amigo de Luis Alberto Restrepo, pero mi guión es de mucho antes. La idea era una película sobre mis impresiones. Me sorprende mucho que la gente diga que es una película muy política, la idea original era hacer una película que intenta desbaratar un poco los mitos que se han creado, el mar de mentiras en el que vivimos.

¿Cree que es una obligación moral de los directores del país, en su calidad de artistas, de hacer películas sobre la conflictiva realidad de Colombia?

Lo que yo creo es que hay que discutir el problema del héroe, que es un problema de carácter puramente estético. Definir cuáles son las historias que hay que contar y cuáles son los héroes de estas historias. Uno ve que todos los victimarios comienzan siendo víctimas, todos los maltratadores de niños probablemente fueron niños maltratados. La pregunta central yo la planteé como una cuestión estética y de construcción dramatúrgica, y era una pregunta por quiénes son los héroes. ¿Por qué no contamos la historia de, digamos, de un juez que decide meter preso a un mafioso, a sabiendas de que lo van a matar, y lo matan? ¿Él es el héroe o es el mafioso? O contar historias de personas que luchan por cosas que no necesariamente son políticas. Y esa pregunta lleva a la construcción de un cine que es completamente diferente, donde los héroes son las personas que realmente deberían ser.

¿Erwin Goggel, el productor, y usted consideraron en algún momento la prevención que existe por cierto sector del público por estos temas?

Yo no he mostrado mucho la película, pero cuando en Berlín la mostré, a la gente le pareció que es dolorosa, sobre todo a los colombianos que están por fuera, porque es una película que les recuerda mucho lo que es viajar por carretera en este país. Yo creo que es de las pocas películas, además de La primera noche, que muestra el conflicto colombiano desde el punto de vista de las víctimas. Y eso permite que la violencia sea vista de una manera diferente, porque no es una película sobre los que hacen la violencia sino sobre los que la sufren.

¿El esquema de road movie se lo exigió la historia o ya estaba prefijado antes de escribirla?

Yo lo tenía desde el principio, en parte porque, si era una película sobre Colombia, qué mejor manera de mostrarla que en un viaje. Este esquema implica una dificultad mayor en la producción.

¿Le determinó mucho el desarrollo de la historia obligándolos a improvisar o se rigieron fielmente al guión?

Hay mucho de ambas cosas. Primero hicimos un viaje como de segunda unidad, no con los actores sino con dobles, y encontramos cosas en la carretera que no estaban en el guión, como un camión volteado o cuando pasaron unas motos con la policía, por ejemplo, y luego ajustamos algunos diálogos a esas situaciones. Hubo un proceso, que es algo que yo hago muy a menudo, y es que cojo una escena y con los actores la improviso, yo me considero un buen dialoguista. Escribo unos diálogos que son como una base de lo que yo quiero que se diga, pero no se tienen que decir así. Entonces con los actores trabajo unos parlamentos que son mucho más naturales y les doy indicaciones. Igual lo hago mucho en el trabajo de televisión.

¿Cómo le fue trabajando con una actriz tan joven interpretando un papel tan exigente emocionalmente?

Ella [Paola Baldión Fischer] es una actriz muy bien formada. Maneja muy bien el método y la técnica actoral, interioriza muy bien los personajes, es impresionante la capacidad que tiene de sentir la historia, porque realmente lo más importante para un actor es saber oír. Donde se refleja más fácil la tensión no es cuando el actor dice el parlamente sino cuando tiene que oír el de otro actor, porque el nivel de concentración tiene que ser mucho más alto. Entonces ella lo hace maravillosamente bien. A mí me parece que ella es una actriz muy buena.

¿Cómo fue concebido el elemento sobrenatural y cómo ubicarlo en una historia que tiene que ver con la realidad de Colombia?

Ese elemento realmente no es sobrenatural, es una reacción de una enfermedad sicológica, el estrés postraumático hace que alguien se pueda imaginar esos fantasmas que el personaje ve, porque la impresión de la muerte de alguien es tanta que hace que vea a esos muertos. Y en el caso de esa niña que sufre de estrés postraumático, yo lo que realmente usé fue sólo los recuerdos de esos muertos para que ella se acordará de cosas, entonces es por ese medio que ella recuerda que al tendero lo mataron, entonces cuando entra y lo ve muerto realmente lo que está es recordando.

¿Cómo fue el diseño de la propuesta visual teniendo en cuenta que recorre tres grande escenarios: un barrio marginal de Bogotá, la carretera y la costa?

La película es fotográficamente fría. Presenta una Bogotá prácticamente sin sol, solamente hay un poco de sol al comienzo, sólo para dar una falsa impresión de que se estaba en el mar, pero al levantarse la cámara se ve a una Bogotá gris y lluviosa. Entonces la película comienza muy fría y va volviéndose cálida a medida que va avanzando la historia. Tan cálida como la relación de la pareja protagónica, que es la columna vertebral de la película. Sí, yo creo que lo más importante de la película es la relación entre ellos dos. Pero era fundamental que no fuera una historia de amor, y esa es una de las razones para que la niña fuera chiquita, porque teníamos presente que una road movie con un hombre y una mujer termina en cama, y es muy difícil hacer una historia de ese tipo que no termine en una relación de amor. Entonces también por eso se planteó que ellos fueran primos y un poco que él no la crea como un objeto sexual. Pero lo que sí ocurre es que él durante toda la película le va descubriendo el ser humano que hay adentro de ella. Hasta el momento que parece que la va a besar, que fue intencional, pero termina diciéndole que hay que aprender a mirar con alegría, que es una frase que me parece muy bonita. Y de ahí en adelante el personaje que interpreta Julián Román se gana al público.

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