Imposible amar

Por Oswaldo OsorioImage

El amor requiere un momento oportuno, no es bueno conocer a una persona ni antes ni después. Eso es lo que dice el Sr. Chow, el personaje que durante dos películas ha tenido que padecer esta verdad y en general los desencuentros del amor. Porque si en Deseando amar (2000) el amor lo pierde en medio de un mudo abatimiento, en esta suerte de continuación le resulta imposible amar, en parte como consecuencia de ese anterior desencuentro.

Con esta nueva película el director Won Kar-wai da otra vuelta de tuerca a esa hermosa pero desoladora historia de desamor que contó hace cinco años, y también a ese universo de soledades y existencialismo urbano que ha construido con sólo un puñado de películas, pero con un sinfín de imágenes cargadas de belleza estética y poética. La misma historia se repite, pero esta vez condicionada por dos variantes importantes: la carga del tiempo y la actitud hacia el amor.

Ahora a falta de un desamor, el Sr. Chow padece tres, cada uno marcado por su nuevo escepticismo afectivo o por el escepticismo de las otras personas. Una tras otra pierde sus oportunidades, ya porque no se compromete, por no decidirse o porque no se lo permiten. Al menos en Deseando amar había hasta el final una ilusión de ese contenido y platónico amor, pero aquí la esperanza parece perdida desde el principio y las relaciones son una retahíla de vacíos y desencantos, hasta que el amor siempre se convierte en una cosa inasible, que siempre se pierde y nunca se recupera.

El relato que propone Won Kar-wai es fragmentado y episódico, mientras el desarrollo de las tres relaciones del Sr. Chow se intercalan en el tiempo y se entrecruzan con una historia que escribe sobre un hombre que regresa del año 2046 y se enamora de una androide, y que en últimas es una historia de desamor más penosa aún que las suyas. Esta fragmentación es una característica del cine de este director, tanto por los juegos que establece con el tiempo, como por su interés en poner de manifiesto, más que líneas argumentales continuas, unos episodios que dan cuenta de la naturaleza y los sentimientos de sus personajes.

La belleza estética y poética de sus imágenes es la otra mitad de la película, de hecho, podría ser la película entera, porque definitivamente pocos directores en la actualidad tienen tal sensibilidad y talento para crear imágenes de tan desbordante belleza, tanto en el aspecto visual como en su significado en relación con la historia que cuenta. Todo en esta película (y en general en la obra de Won Kar-wai) está concebido con un gran sentido estético: los colores, la cámara lenta,  la ambientación en los años sesenta, la luz, la creación de atmósferas y, especialmente, esa inédita concepción del encuadre, caracterizada por una composición siempre recargada hacia uno de los dos lados que, por hacerse sistemáticamente, resulta muy atractiva y original.

De manera que ver esta película es estar ante una verdadera experiencia estética, además de las sutiles y sugestivas realidades emocionales que el director pone en juego con sus personajes, situaciones y ambientes. Esta película sólo podría salir desfavorecida si se le quiere comparar con Deseando amar, pero esa magnífica película sólo puede verse como el punto de partida para contar otra historia diferente, porque 2046 es la reacción a una pena de amor de la que salió transformado un hombre después del duelo amoroso, entonces cambió de actitud hacia el romance y las mujeres, aunque el dolor ante el amor siguió siendo el mismo.

Publicado el viernes 27 de enero en el periódico El Mundo de Medellín.

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