Del amor apasionante al aburrido

Por Oswaldo Osorio

Cuando hace dos años la insulsa anécdota del monarca tartamudo acaparaba la atención de los insulsos premios Oscar, fue inevitable pensar que la historia que se debía contar era la de su hermano, ese rey que renunció a su trono por el amor de una mujer. Con esta película, es nada menos que Madonna quien paga esa deuda, y lo hace ante el recelo y las suspicacias del mundo del cine que no veía a la Reina del pop continuando su carrera cinematográfica ahora detrás de la cámara.

En 2008 ya había hecho su debut como directora con la película Filth and wisdom, una comedia existencial sobre tres compañeros de cuarto que tratan de ganarse la vida, pero que pasó desapercibida por su vocación de cine independiente. Aún así, le sirvió de fogueo para afrontar esta nueva película, donde efectivamente se puede ver en general el pulso firme de una persona que toda su vida profesional ha estado en contacto con el universo audiovisual, incluso es conocida activa participación en la creación de sus video clips, en especial en el proceso de montaje.

La historia de amor entre Wallis Simpson, una estadounidense que se había divorciado ya un par de veces y el rey de Inglaterra Jorge VI, escandalizó al mundo en los años treinta y la convirtió en una de las mujeres más repudiadas y denostadas del siglo XX. Por eso la clara intención de Madonna de contar esta historia desde el punto de vista de esta mujer, y así poner en evidencia que no solo fue un hombre que renunció al imperio más grande de la tierra, sino que también fue una mujer que perdió su tranquilidad, su privacidad, su honra y hasta su libertad.

Es evidente también la intención de la película de querer explicar el encanto de esta mujer, por qué el rey más poderoso del mundo lo dejó todo tirado para poder casarse con ella. Y efectivamente, Wallis Simpson es retratada aquí como una mujer sofisticada, inteligente, con sentido del humor y dueña de un misterioso encanto que fue captado con precisión y sutileza por la directora.

Y es que si algo se le puede reconocer a esta película es esa sutileza que campea por todo el relato, tanto en la construcción de su personaje central como en la creación de una atmósfera que nos ubica en la época y que revela la naturaleza mundana del rey Eduardo y su camarilla de comensales, incluida Wallis.

No obstante, la película tiene un gran problema, y es la inexplicable inclusión de una historia que corre paralela a la del célebre romance. Vemos a una mujer en el presente, obsesionada por el amor entre Wallis y Eduardo (W.E, de ahí su título original), que tiene problemas con su matrimonio e inicia una nueva relación. Esta historia es ruido para el relato central, pues interrumpe constantemente y nada agrega a esa sugestiva historia que nos están contando.

El problema es que a esa segunda trama se le dedica demasiado tiempo y la fuerza y encanto que tiene la primera queda desperdigada entre tanto artificial e inoficioso salto del pasado al presente, esto es, de una historia de amor significativa y apasionante a otra tediosa y desabrida.

Publicado el 12 de junio de 2012 en el periódico El Colombiano de Medellín.  

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