Del carácter como arma política

Oswaldo Osorio

Parece difícil hacer una biografía cinematográfica sobre un personaje político sin caer en un relato denso y tedioso. Pero esta cinta plantea como base de esta historia la que podría ser la paradoja más dramática de la vida de la ex primera ministra británica: el hecho de que la mujer más poderosa del mundo durante los años ochenta, Margaret Thatcher, ahora esté sumida en la impotencia y desesperación producto de la demencia senil.

Ciertamente la película está construida de manera que el espectador siempre esté atento a la trama y a sus giros. Para eso apela a recursos harto conocidos en el biopic (biografía cinematográfica), empezando por iniciar el relato con el final de los días del personaje en cuestión y constantemente ir y venir del pasado al presente; en medio de eso, elabora un retrato intenso, hace un recorrido histórico (ayudado por el uso de imágenes de archivo, por supuesto) y adereza con episodios que ilustran la personalidad de la protagonista.

Parece enunciado peyorativamente este esquema, y en cierta forma lo es, en la medida en que recurre a una fórmula conocida. Pero por otra parte, para eso son las fórmulas, para aplicarlas porque su eficacia ya está probada. Y claro, para aplicarlas bien, como ocurre en este caso. Es por eso que, por más trasegado que esté el recurso de saltar del pasado al presente, es precisamente ese contrapunto el motor de esta cinta, el que le da el ritmo y el que hace ese permanente y significativo contraste entre la Dama de hierro y la anciana que alucina.

Nadie va aprender historia con esta película, ni tampoco va a encontrar un juicio (que sopese antecedentes, consecuencias o argumentos) sobre lo conveniente o inconveniente que pudo ser esta dirigente para el Reino Unido tras once años en el poder. Porque a la directora y su guionista, claramente, les interesa más la mujer y ese carácter que la llevó al máximo nivel de la política inglesa, ese carácter con el que gobernó al país y con el que contribuyó a tomar importantes decisiones para el mundo.

En sus planteamientos, entonces, no hay tanto un compromiso ideológico como sí emocional y personal. El hecho de mostrar a esta mujer derrotada por su enfermedad, además de recriminada y con culpa por haber puesto su carrera por encima de su familia, parece ser la forma en que toma posición la película. En cuanto al gran contexto de la política, el relato es lo suficientemente estimulante y sugestivo para que el espectador luego quiera investigar y llenar los vacíos o resolver las preguntas sobre el verdadero papel de esta mujer en la historia.

Pero por encima de todo, del retrato que hace de una figura de poder, de la indagación en su personalidad y carácter, del énfasis en las luchas de género y del relato acuciante que juega con los tiempos, lo que realmente se impone en esta cinta es el trabajo de la actriz Meryl Streep, a quien difícilmente reconocemos bajo el maquillaje, tras esa otra voz que entona y ante su transformación como la Thatcher. Solo por presenciar eso, vale la pena ver esta película. 

Publicado el 25 de marzo de 2012 en el periódico El Colombiano de Medellín.

  

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