Cuando Supermán se pegó un balazo

Por Oswaldo Osorio

ImageEl cine clásico de Hollywood, es decir, aquel que alcanzó todo su esplendor durante la década de los cuarenta, siempre ha sido idealizado y mitificado tanto por historiadores como por cinéfilos. Pero esta película no es sobre esa época dorada, todo lo contrario, es sobre el fin de aquella gloria, sobre ese derrumbamiento del todopoderoso sistema de estudio, del opacamiento de una tierra que fabricaba sueños y estrellas. Es el tiempo de la llegada de la televisión, del triunfo pasajero de estrellas de segunda y cuando los jefes de los estudios ya no tomaban decisiones por caprichos sino por corrupción.

En el cine el espacio no debe ser nunca sólo un contenedor de la acción, sino un elemento primordial, cuando no determinante. En esta película ese precepto se cumple en un sentido pleno. Todo lo que ocurre en ella está condicionado por las particularidades de la Meca del cine, pero ya con ese ambiente decadente y corrupto de los cincuenta. Además, sus dos protagonistas son un producto directo de esta quimérica industria, el uno es una estrella de segunda, y el otro un detective que vive de la corrupción y los escándalos del gremio. Y así, cada personaje secundario, cada escenario, los oficios, la incidencia de los medios, todo, pasa por un universo que sólo es posible encontrar en la soleada Los Angeles, en ese planeta del cine que tiene su propia lógica. 

Si a ese ambiente terminal se le suma la vida de adversidades de los dos protagonistas, entonces el tono de la historia ya se hace definitivo. Para ajustar, la historia de uno de ellos está afincada en la leyenda negra de Hollywood: George Reeves, quien fuera el protagonista de la primera serie televisiva de Supermán, luego de una carrera de inconformidades y fracasos, se pega un tiro en la cabeza. Buena parte del filme se dedica a hacernos un recorrido por lo que fuera su frustrante vida y la visión de su personaje sobre Hollywood. Y aquí es inevitable destacar una de las sorpresas que depara este filme, y es la interpretación de Ben Afleck, quien por fin eligió un rol que hace la diferencia frente a todos esos personajes de cartón brillante que siempre ha encarnado.

Pero dice la leyenda que Supermán no se suicidó, según dudas puestas en circulación por sus amigos y familiares. Y para encontrar la verdad había decenas de detectives carroñeros que estaban dispuestos a arrastrase por unos dólares y algún titular. Por eso esta película también es la historia de Luis Simo, quien no está menos insatisfecho y emproblemado que el humano hombre de acero. La presencia de este detective da para catalogar la cinta como cine negro, pero en él no hay nada más remoto al sofisticado aire bogartiano que dio origen al personaje y que se ha repetido en cientos de filmes. Él es sólo un perdedor, con su vida familiar maltrecha y sin control sobre sus emociones, salvo por la obsesión que le entra por probar el supuesto asesinato de Reeves. 

Aquí hasta la mujer fatal (otro típico personaje del cine negro) se antoja desaliñada y vulgar. Todos esos elementos llegan a sumarse para crear una atmósfera densa y de zozobra, un ambiente que, a pesar del brillo solariego y el glamour que aún sobrevive, se siente pesado y amenazante, a punto de estallar o derrumbarse. Esto se hace mucho más evidente con el contraste que presenta un relato planteado a manera de saltos entre el pasado, cuando Georges Reeves comenzaba su carrera y todavía Hollywood tenía su lustre, y el presente, cuando Louis Simo emprende su investigación y su descenso a los infiernos.

Esta película es una ciudad y una época, las cuales fueron determinantes para dos vidas trágicas, las que así mismo, comentan de forma implacable y elocuente esa ciudad y esa época. Pero todo a su vez estaba condicionado por el cine, la industria y el mundo del espectáculo, con todo lo encantador, corrupto y devastador que podía ser para la conciencia y la moral de las personas. Es por eso que el final que Allen Coulter propone para su película, si bien se puede considerar bien logrado por la forma como conjuga las posibles versiones de la trágica muerte, no necesariamente es consecuente con el espíritu decadente y pesimista  que cruza todo el filme, que por demás resulta lo más atractivo y lo que le da mayor sentido.

Publicado el 9 de Noviembre de 2007 en el periódico El Mundo de Medellín.

RECIBA EN SU CORREO LA CRÍTICA DE LA SEMANA