Modesto maestro redentor

Por Oswaldo Osorio Image

Otra vez la historia de un maestro que redime con el arte a un grupo de jóvenes difíciles, y sin embargo, no es la misma predecible y empalagosa historia que vimos, por ejemplo, en El maestro de ilusiones (Stephen Herek, 1995) y en muchas otras más. Eso es porque el cine casi siempre está contando las mismas historias pero, afortunadamente, tiene muchas formas de contarlas y precisamente ahí es donde está la diferencia entre el cine de valía y el olvidable.

Basada en una historia real ocurrida después de la segunda guerra mundial y precedida por innumerables premios internacionales (de otra forma no habría llegado a nuestras salas), esta película repite casi con exactitud el esquema argumental de otras cintas como, además de la mencionada, Al maestro con cariño (James Clavell, 1967), Con ganas de triunfar (Ramon Menendez, 1988), La sociedad de los poetas muertos (Peter Weir, 1989), Mentes peligrosas (John N. Smith, 1995) y Música del corazón (Wes Craven, 1999).

La lista es más larga, incluso algunas de ellas también son basadas en hechos reales, porque en realidad es la vida misma la que constantemente se está repitiendo. Y aunque una película siempre se debe defender por sí sola, en este caso las virtudes de este filme sobresalen más cuando se le compara con algunas de las mencionadas.

Todas son historias protagonizadas por un grupo de proscritos o marginales, que son tales no tanto por su naturaleza, sino porque quienes detentan la autoridad no saben llevarlos y, en consecuencia con esto, son jóvenes que no tienen nunca oportunidades. Por eso el maestro que llega es quien les abre el camino, ya con el arte o con su actitud ante ellos, para que se rediman, si no todos algunos al menos.

Aunque el maestro que en este caso llega a ese internado de niños, la mayoría de ellos huérfanos, no es el sabelotodo y carismático que proponen casi todas las versiones de Hollywood, pues así han sido los personajes interpretados por Richard Dreyfus, Robin Williams, Meryl Streep y Michelle Pfeiffer en las películas citadas. El maestro de Los coristas es un hombre más bien ordinario y timorato, en apariencia temeroso pero con una fuerza instintiva que le permite afrontar con firmeza desde el amenazante director hasta las más triviales confrontaciones con los jóvenes.

Lo que sí tienen en común todas es que estos maestros llegan ahí porque también de alguna manera son proscritos o tienen que empezar desde cero como consecuencia, justamente, de esa actitud diferencial que tienen ante su oficio, ante sus pupilos y la autoridad, la cual es la que los ha proscrito. Y es que este tipo de películas deja al descubierto siempre que el sistema educativo es una de las cosas más erráticas que existen, aún siendo, paradójicamente, una de las bases sobre la que se erige la sociedad.

Pero aunque ésta es una película con la misma historia y sus personajes e intención final tienen más o menos las mismas características, lo que la diferencia de las demás es que sabe aplicar el esquema deteniéndose en el justo momento, antes de caer en la sensiblería, en triunfalismos emocionales, en recompensas vanas o en castigos maniqueos. Porque este maestro obtiene unas victorias pírricas externamente, pero resulta ganado espiritualmente, y sus recompensas no son largos y emotivos aplausos, ni homenajes ni paseos en hombros.

Es por eso que esta película deja un buen sabor, porque sin mayor despliegue de recursos narrativos o dramáticos plantea un relato modesto y de agradable cadencia, emotivo y divertido por momentos, a veces dramático y con visos de fábula. Un relato que es medido y honesto con la historia que cuenta y con el espectador, sin necesidad de apelar a los chantajes emocionales de sus antecesoras.

Les Choristes
2004 - France - 97 min. - Color
Director: Christophe Barratier
Guión: Christophe Barratier y Philippe Lopes-Curval
Fotografía: Carlo Varini
Música: Bruno Coulais
Intérpretes: Gérard Jugnot, Francois Berléand, Jean Baptiste Maunier, Kad Merad, Marie Bunel, Philippe Du Janerand, Jean Paul Bonnaire y Jacques Perrin

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