Solo quiero que me amen

Oswaldo Osorio

“No es un biopic, es una fantasía musical”, dijo Taron Egerton, el actor que interpreta a Elton John en esta película sobre la vida del célebre cantante. Pero en realidad, se trata de las dos cosas, una biografía cinematográfica y un musical con las características de ese género caído en desuso hace décadas y solo revisitado eventualmente. Y es justo esta combinación lo que puede diferenciar a este filme de otros biopics que recurren una y otra vez a los mismos esquemas, que se quedan en el plano expositivo de los hechos y donde se echa de menos la creatividad.

Como biopic, es igual a todos, incluso emplea el recurso más trillado del género: empezar el relato en un punto crucial de la vida del personaje en cuestión, en este caso cuando el cantante llega a rehabilitación por sus adicciones, y desde allí se devuelve alternadamente a distintos episodios de su historia que empiezan por la infancia. También tiene otro recurso harto conocido: el mismo protagonista es quien relata y comenta esos episodios, usando como excusa una terapia de grupo, y lo hace de manera reflexiva y aprovechando la perspectiva temporal y un nuevo estado de conciencia de sus actos e identidad. Pero claro, no por ser recurrentes esos recursos dejan de ser eficaces narrativa y dramáticamente, es por eso que se usan tanto.

Sin embargo, estos cansados gestos narrativos son matizados y enriquecidos por el componente musical. Pero hay que aclarar que la mayoría de biopics sobre músicos no tienen números musicales sino momentos donde ellos interpretan su música, como se pudo ver, por ejemplo, recientemente en Bohemian Rapsody (2018). En esta película, en cambio, se trata de momentos concebidos a partir de los códigos del musical como  género cinematográfico, esto es, interpretaciones que rompen con la lógica realista de la narración y en la que esta se disloca hacia una puesta en escena de canto, baile y coreografías que tiene más que ver con el mundo del espectáculo que con el mundo real.

Adicionalmente, estos números musicales, que además coinciden con las más populares piezas de Elton John, sirven también para comentar o ilustrar esas situaciones, emociones y sentimientos que marcaron su vida, una vida cruzada por el contraste entre el éxito y un estado de soledad consecuencia del vacío o las carencias de sus relaciones, empezando por las que tuvo con sus padres, quienes se mostraron siempre fríos y distantes. Entonces el relato transita por todos esos sentimientos adversos y su contrapunto con los momentos de éxtasis de su éxito y reconocimiento. La mayoría de veces logra este tránsito con fortuna, como la triste y decepcionante visita a su padre; pero algunas son afectadas por los afanes de quererlo incluir todo, como ese matrimonio de cuatro años despachado con una trunca escena de desayuno.

En general la película resulta una experiencia entretenida, emotiva y vivaz. El espectador puede conocer los principales sucesos de esta historia de vida y de éxito, pero también se puede conmover y deleitar con los creativos y expresivos número musicales, entre los que llaman la atención los que son corales, y en especial aquel en el que la familia interpreta I Want Love, un momento que resume bien la esencia de los personajes y el tono de la película.

Publicado el 2 de junio de 2019 en el periódico El Colombiano de Medellín.

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