El hombre que un país necesitaba

Oswaldo Osorio

Con mucha frecuencia la industria del cine coincide haciendo la misma película simultáneamente, ocurrió con Relaciones peligrosas y Valmont, con Impacto profundo y Armageddon, con los dos biopics de Yves Saint Laurent y con tantas otras. En 2017 el turno fue para el personaje de Wiston Churchill, de quien se hicieron Las horas más oscuras, de Joe Wright, Churchill, de Jonathan Teplitzky, y tuvo un gran protagonismo en la serie The Crown, de Netflix.

Son tres versiones del mismo personaje, con equivalente calidad, que terminan siendo complementarias. La gran diferencia radica en el momento de su vida que cada versión desarrolla. Mientras Las horas más oscuras habla de sus primeros días y consolidación triunfal como primer ministro del Reino Unido, Churchill también da cuenta de un corto lapso, cuando los Aliados se preparan para la invasión a Normandía y el poder de decisión del estadista se encuentra en declive, mientras que The Crown recrea sus últimos años en el gobierno. 

Las tres lo miran casi de idéntica forma, como si hubieran revisado las mismas fuentes y coincidido en igual visión e interpretación de este histórico hombre, esto es, su tozudez y determinación en asuntos de Estado, sus momentos de desorientación y casi senilidad en su entorno cotidiano (a veces en el trabajo) y ese temple de líder inspirador que termina despuntando en los momentos más críticos. Incluso las interpretaciones, hechas por tres buenos actores (Gary Oldman, Brian Cox y John Lithgow), son también muy parecidas, aunque la de Oldman, como siempre, se pasa de manierista, y son esos excesos (y seguro el maquillaje) lo que le está dando todos esos premios.

También hay un manierismo en la concepción visual de Las horas más oscuras, frente al estilo más preciosista y clásico de Churchill y The Crown. Seguramente tiene que ver con la idea a la que hace referencia el título, pues fueron los días en que el mundo estaba acorralado por los nazis, pero por momentos ese expresionismo extremo, donde muchas veces todo está iluminado solo por un fuerte chorro de luz y la imagen está casi en blanco y negro, se hace más efectista y postizo que eficaz y legible. Fue una audaz decisión estética que pondrá a prueba el gusto del espectador.

Este caso es una muestra de cómo la industria del cine (de la que ya hacen parte las series de Netflix y otros canales de televisión) se repite y copia a sí misma, apenas con ligeras variaciones. Y son los detalles los que terminan haciendo la diferencia: La presencia de la esposa, por ejemplo, es más una figurante en La hora más oscura, mientras que resulta un personaje decisivo en Churchill y ayuda a construir mejor al protagonista. O el contraste en Las horas más oscuras entre su lóbrega concepción visual y la torpeza y complacencia de escenas como la del metro. También está el inteligente recurso del retrato que un pintor hace del estadista, para dar cuenta de la complejidad de este hombre, que utilizan en The Crown.

Tres versiones con sus más y sus menos sobre una figura histórica que merecía estas miradas, para las cuales puede resultar más enriquecedor el ejercicio de complementarlas y hacerse una sola visión del personaje y su tiempo que compararlas de forma excluyente.

 Publicado el 21 enero de 2018 en el periódico El Colombiano de Medellín.

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