Ética para Eliza

Oswaldo Osorio

Hay personas para quienes la razón de ser es dar todo por sus hijos, por lo que en procura de su bienestar, cuidado y educación, en algún momento, pueden traspasar los límites de la sobre protección, cuando no de las conductas obsesivas, malsanas o incluso reprochables ética o moralmente. Esta película rumana se mueve entre esas posibilidades y lo hace a partir de un relato sencillo y realista, que flirtea de fondo con elementos propios del thriller.

El director de 4 meses, 3 semanas, 2 días (2007) regresa a hablarnos de una situación aparentemente más cotidiana y menos truculenta que un aborto clandestino. Esta vez es sobre una joven, Eliza, quien a punto de empezar sus exámenes para graduarse es agredida en un intento de violación. Esta situación desencadena una trama de arreglos subterfugios, vergonzosas complicidades y crisis familiares.

Lo único que tiene presente su padre, casi hasta la obsesión, es que Eliza saque las mejores calificaciones para que pueda irse a Londres a estudiar con una beca. Pero el impase de su hija lo empuja a mover influencias para alcanzar esta meta. Entonces aparece un fuerte conflicto ético entre quienes están a  favor y en contra de conseguir tal cometido con ese tipo de maniobras.

De manera que el relato, que siempre está contado desde el punto de vista del padre, evidencia esa paradoja en la que un hombre, un médico para más señas, que siempre ha sido honesto y busca un fin tan loable como la buena educación de su hija, casi inadvertidamente termine trasgrediendo las más básicas normas éticas y hasta incurra en actos ilegales. Esta paradoja se hace aún más fuerte cuando es la propia Eliza quien cuestiona tal contradicción en su formación.    

Se trata de un relato que transcurre sin muchos sobresaltos en lo que parece la cotidianidad de este hombre y sus allegados solucionando un problema importante. No obstante, y esta es tal vez la principal virtud de la película, con una sutileza casi imperceptible, tanto el protagonista como esos allegados, van perdiéndose más y más en la enmarañada dinámica de complicidades y tráfico de influencias, en medio de la cual todos se declaran honestos y trasparentes, pero que solo ceden porque es por un bien mayor o porque así ayudan a alguien más. Es esa falta de “mala intención” y de cinismo en el dolo que están llevando a cabo lo que resulta más inquietante y revelador de esta historia y sus personajes, de un director que, nuevamente, aunque esté hablando de individuos, en general está develando y cuestionando un estado de cosas al parecer generalizado en su país.

 

Publicado el 10 de diciembre de 2017 en el periódico El Colombiano de Medellín.  

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