El enfriamiento de las relaciones

Oswaldo Osorio

Es difícil descifrar por qué no aburre una película de más de tres horas de duración y prácticamente solo compuesta por diálogos. Apenas hay cuatro personajes centrales y unas cuantas locaciones circunscritas a un mismo entorno, un hotel en la Anatolia central. No hay sucesos extraordinarios sino que, al contrario, son las actividades de la vida cotidiana que, incluso, se van amilanando a medida que se intensifica el invierno. Un probable inventario para el tedio, pero al cabo de los 196 minutos, uno no siente tal cosa.

Claro que tampoco se siente, en principio, que fuera necesario todo ese tiempo para construir la personalidad del protagonista y establecer sus relaciones con los otros personajes. Luego es posible recapitular y hacer balance de esas largas conversaciones, sus temas, la naturalidad e intensidad que consigue su director en esos encuentros íntimos o intelectuales que se dan por medio de las palabras, y con esas ideas esenciales en el orden de lo moral y emocional que se ponen en juego en cada uno de estos encuentros.

Aydin es un actor retirado y dueño de un acogedor hotel literalmente empotrado en una montaña. Vive con su hermana y su joven esposa, mientras publica columnas para un periódico local y trata de escribir la historia del teatro en Turquía. Casi todo el tiempo es quien está frente a la cámara y, de entrada, parece un hombre justo, sabio y noble en su relación con los demás. Sin embargo, pareciera que el principal objetivo del filme sea ponernos dudar, sino de estas cualidades, al menos de la relatividad con que se pueden dar en las personas y ante los ojos de los demás.

En este sentido, lo que se hace más evidente es cómo la autoridad moral y corrección política con que se nos presenta Aydin empieza a ponerse en entredicho y comienza a deteriorarse a medida que avanzan esos largos diálogos con su esposa, su hermana y el Imán. Cuestiones como la posición ante la maldad, el sentido de la caridad, las diferencias de clase, el deber ser en el contexto religioso o la validez de una producción intelectual acomodada y tibia, son algunos de los tópicos que, sin poses intelectuales ni cargados parlamentos, se ventilan en medio de una conversación y con una taza de té en la mano.

Si se asiste a Sueño de invierno (Winter Sleep, 2014) con la disposición de ver un relato de tres horas y solo diálogos, se podrá disfrutar en ella un impresionante buen sentido de la puesta en escena, donde todos sus elementos se dan con soltura, fuerza dramática y, sin parecer pretensiosa, con unas significativas ideas en discusión. Además, una puesta en escena en medio de ese frío entorno, pero "arropada" por un singular hotel que funge como acogedora caverna, un espacio que termina por complementar este relato intimista e inteligente.

 

Publicado el 23 de agosto de 2015 en el periódico El Colombiano de Medellín.

 

 

 

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